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El Impresionismo y el Postimpresionismo (continuación)

incent Van Gogh (1853-1890), cuya personalidad rozó con frecuencia los límites de la lo cura, fue autor de una obra marcadísima por un estilo propio que la hace inconfundible. No obstante, como sus compañeros de generación, pasó por diferentes etapas antes de perfilar su peculiar estilo.

Van Gogh no conoció el éxito durante su vida y se dice que tan solo llegó a vender un cuadro y por unos pocos francos. Solitario y bajo la tutela económica de su hermano Theo realizó una obra agitada, plena de un colorido lleno de contrastes y transmisora de inquietantes sensaciones como las que debían bullir en su propio cerebro. Autor de innumerables retratos que responden a diversos estados de ánimo, de sus cuadros pueden destacarse: La noche estrellada, El sembrador, La iglesia de Auvers-sur-Oise, La habitación de Vincent en Arles (donde vivió sus últimos años y donde se suicidó), y los dedicados a representar jarrones con flores.

La iglesia de Auvers-sur-Oise, de Van Gogh. Museo de Orsay, París

Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901) fue una especie de cronista de la vida nocturna parisina, cuyos motivos llenaron su obra. En ella, el trazo rápido y ágil, así como el contraste cromático, fueron la técnica con la que representó prostitutas, borrachos y todo tipo de clientela de cafés, teatros o bailes. Lautrec destacó también de forma admirable con los carteles publicitarios realizados para los locales que frecuentaba y que dejarían una profunda huella en la historia del cartel.

La escultura

La producción escultórica de interés que se realizó en el siglo XIX fue limitada. Varias razones explican este fenómeno. Por un lado la estética neoclasicista (que llenó de esculturas mediocres las plazas y los edificios oficiales de toda Europa) perduró demasiado tiempo, cerrando el paso a la posible evolución de la escultura, que hubo de esperar a la llegada de Rodin para liberarse.

Por otro lado, el nuevo gusto de la burguesía y su modo de vida urbano, alejado de las grandes mansiones, hizo que la escultura perdiera clientela o se limitará a pequeñas piezas de carácter decorativo complementario. A esto debe añadirse que la escultura no estuvo considerada como un medio expresivo idóneo para el romanticismo y que, ante la moda por el paisaje, impuesta por los impresionistas, los escultores no encontraron la forma de incorporar la nueva temática a sus obras.

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